Coquena vive en la Puna, entre murallones mágicos y oscuros desfiladeros, lugares donde pocas veces ha pisado la suela humana. Son pocos los que han visto a Coquena. Él es un dios enano que viste y calza cholitos que arrean las vicuñas por el valle: pero tiene el poder de hacerse invisible para llevarse a las llamas cuando su pastor las trata mal.
Coquena ama la naturaleza porque es un dios antiguo, muy, muy antiguo. Estaba aquí mucho antes de que llegaran los hombres blancos. Tiene una mano liviana, liviana, de lana para cuidar a los animales de la Puna y otra pesada de plomo, para castigar a los cazadores. Sí, a los cazadores que de tanto matar a nuestros animales los han llevado al borde de la extinción.
Una vez tres cazadores se internaron en la Puna para matar a todas las llamas que encontraran. Cuando estaban apuntando sus escopetas sobre una pequeña e indefensa llamita, se encontraron con Nico, el cholito:
-Tengan cuidado, les dijo. Miren que no solamente por aquí anda el Coquena, dios tan viejo que no puede nada contra las armas de fuego. Dicen que por aquí anda el Ucumar.
- Y quien es ese? - preguntaron los cazadores.
- Es un gigante que habita las montañas y a su paso la tierra tiembla- contestó Cholito. Y se escurrió entre las rocas con sus llamitas antes que los cazadores pudieran disparar.
- ¡ Vamos hasta donde está Coquena! Alli debe haber muchas llamas para matar - dijeron los cazadores y se internaron en la montaña.
Y sí, allí estaban en el valle cientos de llamas arriadas por el dios enano y su inconfundible silbido, Los cazadores ya apuntaban las escopetas entusiasmados cuando delante de sus ojos apareció Coquena.
- Momento- dice. Si va a querer llevarse las llamas, no van a poder.
Pero los cazadores no se detuvieron porque sabían que Coquena nada podía contra las armas de fuego.
- ¡No va a quedar ni una llama viva! - gritaron
Y entonces sintieron unos pasos que hacían temblar la tierra. No podían creerlo. Se dieron vuelta y ... era el Ucumar, el gigante que venía en ayuda de Coquena.
Y los cazadores corrieron rápidamente, que nunca más se los volvió a ver por esos lados.
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